Puede que en tu infancia leyeras alguna vez “Alicia en el
país de las Maravillas”, y puede también que aún rebose en tu memoria aquel
mundo de fantasía pero también de extrañeza alrededor de una niña que persigue
a un conejo ataviado con un reloj, y que, sin saberlo, entra a un universo
delirante de criaturas, que aunque mágicas, también estaban dotadas de cierto
surrealismo y un punto de locura.
¿Sabías que Lewis Carroll era un amante de las matemáticas y
un curioso del mundo onírico?
¿Sabías que consumía determinados estupefacientes y que la
pequeña Alicia existió de verdad?
En efecto, y las curiosidades alrededor de este hombre
inquieto y peculiar no termina aquí, así
que síguenos y adéntrate en esta madriguera henchida de extrañezas y
maravillas… También de oscuridades.
Un hombre brillante, de salud frágil.
Su verdadero nombre era Charles Lutwidge Dodgson, aunque
siempre firmó sus obras como Lewis Carroll. Hijo de una familia de buena
posición y muy vinculada a la Iglesia Anglo-Católica, el joven Lewis se
distinguió pronto por sus dotes para la literatura y las matemáticas.
Empezó a leer a los 3 años, lo cual quizá viene a decirnos
que se trataría de un niño con altas capacidades, un chico superdotado que pudo
beneficiarse de una excelente formación académica, pero que nunca guardó muy
buen recuerdo de sus años de infancia: mermado por su salud y también por su
carácter inseguro.
Lewis padecía epilepsia, y tartamudez y según los biógrafos
se sospecha incluso que pudo llegar a sufrir abusos por las muchas referencias
en sus cartas y en sus textos a ciertas “molestias nocturnas”, que hicieron de
sus días una dura montaña que nunca pudo superar.
Era un joven brillante, pero también perezoso, se interesaba
por demasiadas cosas a la vez y nunca llegaba a ser lo completamente
responsable como para tener una posición adecuada a sus capacidades, así que
prefirió la carrera de profesor de matemáticas que más tarde compaginaría con
sus responsabilidades como diácono.